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Marín García, José (1794 - 1868)

Benefactor de la Ciudad de Málaga

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José Antonio Marín García era originario de Vélez Rubio, localidad almeriense donde nació el 1 de agosto de 1794, aunque poco más sabemos de su infancia, salvo que quedó huérfano de padre con muy corta edad. Al comienzo de la Guerra de Independencia se alistó en el ejército como voluntario y luchó contra los invasores franceses. Una vez finalizada la contienda se instaló en Granada donde contrajo matrimonio con Luisa Varela aunque sin lograr tener descendencia. Cuando quedó viudo en el año 1847 se estableció definitivamente en Málaga junto con su madre, su hermano Juan y su cuñada, Ana Reche, ya que en nuestra ciudad disponía desde hacía algún tiempo de una casa de comercio fruto de su sociedad con Pedro Cuartín.

Un año antes de instalarse en la ciudad compró una parte de los terrenos donde estuvo situado el convento de los Trinitarios Descalzos, que había sido desamortizado unos años antes, y que era conocido como el Conventico. Allí, en el número 15 de la calle Casas Quemadas construyó una casa de tres plantas para destinarla a su residencia familiar y también una parte de ella a almacén al servicio de su empresa comercial. Y residió en esa calle, que actualmente recibe el nombre de José Marín García, hasta que el 8 de septiembre de 1868 le sobrevino una peritonitis que acabó con su vida a la edad de 74 años.

Durante su estancia en nuestra ciudad se convirtió en un próspero comerciante y fue un destacado personaje de la vida política y social de Málaga. Desempeñó diversos cargos públicos, entre ellos el de miembro de la Junta Provincial de Beneficencia o vicepresidente de la Diputación Provincial. Así mismo fue concejal del Ayuntamiento y durante su mandato fue nombrado obrero mayor, es decir, responsable de las obras municipales. Durante este período, en Noviembre de 1847, remitió al cabildo municipal un escrito en el que informaba de la saturación del hasta entonces único patio que había en el cementerio de San Miguel y de la necesidad de reordenar y ampliar el camposanto, facilitando la construcción de mausoleos monumentales por parte de las familias acomodadas para que los ingresos obtenidos se invirtieran en la adquisición de los terrenos que había a espaldas del cementerio. También impulsó, junto con toda la clase dirigente malagueña, la ejecución de dos de las obras más importantes en la Málaga de aquella época: la construcción del ferrocarril Córdoba-Málaga y la del puente de Tetuán.

Pero si importante fue su labor en puestos políticos y relevante su vida social en Málaga, más meritoria fue, sin duda, su faceta caritativa y filantrópica. Hombre íntegro y extremadamente austero en su vida personal y en sus costumbres, no regateaba esfuerzos cuando se trataba de ayudar a los demás. Costeó de su bolsillo parte del material sanitario necesario para acoger en Málaga a los soldados evacuados de África que habían contraído el cólera, colaboró en la construcción de un reloj en la Catedral, donó esculturas destinadas el ornato de la Alameda y participó en otras muchas obras de caridad y benéficas en las épocas de necesidades y calamidades públicas durante su estancia en Málaga. No conforme con ello, dispuso en su testamento que la inmensa mayoría de su fortuna personal, salvo algunos pequeños legados a familiares y amigos cercanos, se dedicara a dos importantes fundaciones humanitarias.

La primera de ellas estaba dedicada a la creación de una escuela de primera enseñanza y de una escuela agrícola para niños pobres en Vélez Rubio, su localidad natal, bajo la advocación de San José. Además de la compra del solar y de una zona de campo para prácticas de agricultura y de la construcción del edificio del colegio, dejó un capital de un millón de reales para proveer su mantenimiento con los intereses obtenidos.

Para la ciudad de Málaga legó un capital de 1.600.000 reales que según indicó en su testamento, “…se invertirán anualmente en obras de utilidad pública a la Ciudad de Málaga, invirtiendo a jornaleros aplicados al trabajo…”. También dejaba muy claro en otra parte de su testamento que estos fondos nunca deberían utilizarse para otros fines que no fueran retribuir a “…la gente jornalera proletaria de esta Ciudad de Málaga”. Entre las obras realizadas con los fondos del legado destacan: el relleno de terrenos del puerto para la creación del Parque, la construcción del edificio del Ayuntamiento, el embellecimiento del Paseo de la Farola, la construcción de la casa de socorro del barrio de la Trinidad o la creación del Camino Nuevo.

Es, por tanto, de justicia reconocer la labor de este insigne benefactor de la ciudad de Málaga, que destinó su fortuna personal, conseguida durante muchos años de esfuerzo, a ayudar a los malagueños más humildes y no solo durante los veinte años que residió en Málaga, sino que esta labor filantrópica perduró durante casi cien años después de su muerte en 1868.

L.C.B. 2014

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